VOYAGER 2 LA SONDA QUE NOS MOSTRÓ NEPTUNO

 

Miguel Gilarte Fernández

Se cumplen 25 años de la llegada de la nave de la NASA al lejano planeta, una hazaña que no ha vuelto a repetirse

 

El 25 de agosto de 1989 llegaba la primera nave espacial al lejano Neptuno, la primera y la última hasta el momento. Solo la Voyager 2 ha visitado a Urano y Neptuno. Ni tan siquiera la sonda Nuevos Horizontes, que dentro de once meses llegará a Plutón, ha conseguido acercarse a ninguno de estos planetas gigantes, solo a Júpiter para conseguir mayor impulso y velocidad gracias a la gravedad del coloso planeta.

La Voyager 2 nos enseñó lo nunca visto: Neptuno, el tercer planeta más grande del Sistema Solar tras Júpiter, Saturno y Urano. Un gigantesco mundo azul oscuro de 49.528 Km, unas cuatro veces el diámetro de la Tierra, con una superficie bastante lisa, sin bandas que la crucen como en Júpiter o Saturno o llena de tormentas anticiclónicas por todo el planeta. Nos dejó ver por primera vez la mayor tormenta del Sistema Solar que giraba en su superficie, tras la Gran Mancha Roja de Júpiter, que ahora se empequeñece año tras año.

Aquella sorprendente tormenta en forma huracán que deambulaba por el hemisferio sur del planeta nos dejó a todos atónitos, pero estudios más recientes sobre el gigantesco fenómeno han adelantado que en lugar de tratarse de un anticiclón como la Gran Mancha Roja de Júpiter, pudiera tratarse de un agujero en la superficie, un hoyo. Tengamos en cuenta que Neptuno está compuesto de gases, esencialmente de hidrógeno y helio, también metano, que es donde se desenvolvía ese agujero.

Los vientos que removían a aquella zona oscura del tamaño de la Tierra resultaron ser los más veloces registrados jamás en todo el Sistema Solar, alcanzando los 2.400 km/h. Los vientos más rápidos registrados en nuestro planeta han sido de poco más de 500 km/h en tornados F5. En 1994, cuando el Telescopio Espacial Hubble enfocó a Neptuno, la tormenta o había desaparecido o había sido cubierta por la misma atmósfera del planeta. Un misterio que no quedó resuelto en su totalidad.

La Voyager 2 también nos ofreció bellas imágenes de nubes blancas de metano helado que sobrevolaban la superficie de Neptuno y el “Ojo del Mago”, una tormenta anticiclónica en el hemisferio sur unas cuatro veces más pequeña que la Gran Mancha Oscura, pero curiosa y enorme, con un punto blanco en el centro como si de un gran ojo se tratara.

La sonda no se detuvo en Urano, sino que hizo un sobrevuelo para alejarse después y para siempre del Sistema Solar, pero antes de abandonar a Neptuno, nos hizo ver nuevos mundos: sus satélites, que resultan ser más interesantes que el propio planeta, también como en los casos de Júpiter, Saturno o Urano.

Voyager 2 descubrió cinco de los catorce satélites conocidos de Urano: Náyade, Talasa, Despina, Galatea y Proteo. El más pequeño de ellos es Náyade, un cuerpo irregular de 96×60×52 km y el mayor, Proteo, de 436×416×402 km. No había descubierto los satélites más grandes ni los más pequeños, pero nos dejó ver una sorprendente actividad en uno de ellos, cuando en realidad no se espera encontrar actividad geológica alguna en esos satélites tan alejados del Sol (4.504 millones de km). Se espera ver inmensos mundos de nieve, debido a la bajísima temperatura que reina por aquellos extremos del Sistema Solar, en Neptuno hace -195ºC.

Voyager 2, la sonda que nos mostró Neptuno

 
Neptuno, visto desde Tritón

Tritón, el mayor de los satélite de Neptuno, con 2.707 km de diámetro resultó ser el cuerpo más frío del Sistema Solar con -235ºC. Un lugar así tenía pocas posibilidades de tener cualquier tipo de actividad geológica. Pero nos quedamos impresionados. Resultó ser el satélite de las chimeneas. Montones de géiseres oscuros surgían de la superficie, chimeneas que se doblaban a cierta altura por los vientos reinantes. Un mundo helado, pero condicionado por los cambios climáticos.

Tritón posee gran cantidad de nitrógeno, que a esas bajísimas temperaturas resulta ser líquido; en la Tierra es un gas. El nitrógeno en Tritón fluye bajo la superficie como el agua en la Tierra, pero cuando encuentra un orificio de salida, sale como si de un volcán se tratara. Arrasa con la tierra y la grava del terreno y la eleva a varios km de altura produciéndose las chimeneas. Las impresionantes imágenes que reveló la Voyager 2 nos han mostrado el último mundo activo del Sistema Solar. El frío es tan intenso que se forman volcanes de hielo.

Voyager 2 fue lanzada en 1977, aprovechando la posición de los cuatro planetas gigantes y los visitó. Hecho que no ocurrirá en mucho tiempo. La nave viaja a unos 15 km/s, lo que es nada para el espacio interestelar, tardará cerca de 200.000 años en pasar por las “proximidades” de una estrella llamada Ross 248 y lo hará a 1,7 años, casi la mitad de la distancia que separa del Sol a la estrella más cercana, por lo que su paso será en vano para dar con cualquier civilización que se encuentre en el mismo desarrollo que la nuestra en la actualidad. La nave está bastante dañada y algunos de sus instrumentos no funcionan, pero sigue mandando información desde fuera del Sistema Solar.

 

Asociación Astronómica de España