EL CIELO NO ES TAN SEGURO
Miguel Gilarte Fernández
Aún empezamos a conocer el Cosmos, pero cada día que pasa nuestros conocimientos sobre el mismo se amplían y hemos tomado conciencia entre otras cosas, de que probablemente exista vida más allá de la Tierra, pero mientras buscamos esa vida que puede estar distribuida por doquier en otros planetas que ya comenzamos a descubrir por decenas, tenemos que preservar la nuestra. Ya se comienza a ser algo con la posible intervención de la mano del hombre sobre nuestro planeta, dando lugar al tan temido cambio climático, pero no sólo debemos mirar hacia abajo, a nuestro planeta, existen otros peligros procedentes del espacio que nos pueden afectar, de forma más rápida y más globalizada que el cambio climático actual, aunque siempre ha habido cambios climáticos no provocados por el hombre. Por ello, una buena parte de las inversiones que se hacen en temas espaciales, van encaminadas a intentar resolver los problemas que nos pueden llegar del espacio.
Hay muchos peligros procedentes del espacio:
1.- Nuestro SOL: aún no comprendemos muy bien el funcionamiento de nuestra estrella, pues nuestras observaciones comienzan hace unos 400 años, pero resulta que el Sol tiene 5.000 millones, por lo que es obvio, que sólo podemos hacer estudios de una ínfima parte de su vida. Sabemos que tiene un ciclo de actividad; cada 11 años, del Sol comienzan a emerger unas gigantescas manchas, las manchas solares, zonas más frías de la superficie (4.500 grados). Nacen como pequeños puntos, aumentan de tamaño y se hacen varias veces mayores que la Tierra, incluso se pueden ver con la debida protección a simple vista. Cuando estas manchas salpican la superficie solar, la Tierra puede estar en peligro, debido a que son regiones muy activas y de nuestra estrellas emana gran cantidad de erupciones solares, gigantescas llamaradas que parten del Sol para caer sobre el mismo, pero que en ocasiones son tan enormes, que salen del Sol para llegar a la Tierra, algunas tienen cientos de miles de km (se denominan eyecciones de masa coronal), el resultado puede ser la colisión contra la Tierra y si coincidiera que la Tierra tuviese un campo magnético mermado (que suele ocurrir de forma no periódica y a largo plazo) se puede convertir en una catástrofe a nivel planetario. Ya ha ocurrido en otras ocasiones, pero a menor escala, estropeando satélites artificiales, provocando gigantescos apagones eléctricos en amplias regiones, interrumpiendo las telecomunicaciones, etc.
Nuestra tecnología actual, no es suficiente para protegernos del Sol; el Sol es tan enorme que dentro de él podrían caber más de un millón de planetas como la Tierra, estamos a su merced. Dentro de mucho tiempo, 5.000 millones de años, el Sol acabará con los planetas más próximos, se expandirá y nuestros océanos se evaporarán y la Tierra se derretirá, por ello y por otros motivos que nos pueden acuciar de forma más temprana, es necesario explorar nuevos mundos y colonizarlos. Nuestra civilización debe salir al espacio exterior porque si sólo permanecemos en nuestro planeta, estamos llamados a la desaparición, tarde o temprano.
2.- Existe otro motivo de preocupación real que ocurrirá, es cuestión de tiempo y sus huellas del pasado aún continúan en la Tierra, son los impactos de los asteroides (grandes rocas que pueden medir cientos de km) y cometas (rocas rodeadas de hielo). Al comienzo del Sistema Solar, no existían los ocho planetas actuales. Tal vez orbitaran alrededor del Sol, decenas de ellos, pero un gran número de objetos de tamaño considerable vagaban por el espacio, e impactaron contra esos mundos que ya no existen, la mayoría quedaron destruidos por aquellos impactos y desaparecieron, otros mundos quedaron profundamente marcados, como nuestra Luna y no hace falta ningún telescopio para darse cuenta de ello, a simple vista, cuando la Luna es llena, se pueden apreciar manchas oscuras que denominamos mares, en realidad son enormes cráteres (agujeros rodeados de montañas) de cientos de kilómetros de diámetro, pero la Luna Tiene millones de cráteres de todos los tamaños.
Los más de 60 satélites de Júpiter o Saturno o los numerosos satélites de Urano y Neptuno, también presentan estas marcas a todo lo largo y ancho de sus superficies. Son las cicatrices de un turbulento pasado. Algunas lunas, como Fobos de Marte o Mimas de Saturno, poseen cráteres tan enormes, que cubren 1/3 del globo, es decir, estuvieron al borde de la destrucción total.
Pero los asteroides más peligrosos son aquellos cuyas órbitas desconocemos y aparecen de pronto, sin previo aviso. Esto ha pasado en muchas ocasiones, algunos de ellos nos han rozado o han pasado entre la Tierra y la Luna. La posibilidad de que un asteroide destruya una ciudad, es de una cada cien años. El pasado año, un asteroide (2009 DD45) de unos 60 m se acercó a la Tierra a sólo 60.000 km, esto no pasaba desde 1973. Todos los días entran en la Tierra toneladas de material extraterrestre en forma de pequeños asteroides y es raro el mes en el que no se registren explosiones gigantescas en la atmósfera debido a la desintegración de esos asteroides.
Otros, en época remota han impactado contra la Tierra. El mayor de ellos ocurrió al principio de la formación de la Tierra. Un planeta, la mitad del tamaño que la Tierra, chocó contra ella, fundiéndola por completo y arrojando al espacio billones de toneladas de material fundido, que se uniría en el espacio para formar la Luna.
Pero mucho tiempo después de aparecer la vida en nuestro planeta, estos encuentros seguían ocurriendo. Hace 65 millones de años, un asteroide de 10 km de diámetro, llevó una trayectoria de caía hacia la Tierra, una vez que entró en la atmósfera, la calentó de tal forma, que la temperatura en ese instante y a nivel global aumentó de forma espectacular. El impacto ocurrió en la actual península de Yucatán, en México, y aún se puede detectar el cráter de casi 300 km de diámetro. El impacto del asteroide fue lo de menos, aunque las rocas fundidas saltaron a miles de km e incendiaron gran parte del planeta, muchas de ellas llegaron al espacio, a la mitad de la distancia entre la Tierra y la Luna y volvieron a caer, incendiando con el roce de la atmósfera la mayor parte del planeta. Pero lo peor estaba por llegar, una colosal columna de humo, como si de decenas de volcanes activos se tratara, se elevó y envolvió a la Tierra, tal vez durante años. La luz del Sol no llegaba a la Tierra, las plantas dejaron de hacer la fotosíntesis y desaparecieron en gran medida, los dinosaurios herbívoros se extinguieron y tras ellos los carnívoros, fue el fin casi total de los dinosaurios, una especie que dominó la Tierra durante 150 millones de años. Pero no hay mal que por bien no venga. Los dinosaurios no dejaban que surgieran otras especies, entre ellas el hombre, a partir de los mamíferos, que comenzaban a hacer sus primeros “pinitos” por el planeta, en aquel tiempo del desastre. Sólo quedaron los animales más pequeños, que se adaptaron a tal brutal cambio, gracias a ello, el hombre apareció tras más de 60 millones de años de aquella catástrofe global.
Pudiéramos pensar que los asteroides pequeños no causan daños en la Tierra, sin embargo, un asteroide de 80 m podría devastar una ciudad, otro de 350 m destruiría grandes regiones, si fuera de 700 m conseguiría hacer desaparecer un país, mientras otro asteroide de 1.700 m arrasaría todo un continente, pero uno de más de 3 km elevaría la destrucción a nivel planetario.
Por todo lo expuesto, es necesario mantener las misiones espaciales, experimentar con asteroides cercanos e intentar desviarlos. Ya existen programas en este sentido, aunque se tardará años en poder hacerlos efectivos. Se pueden desviar los asteroides con armas nucleares y destruirlos, pero tenemos el peligro, de que si no conseguimos desviarlos, tendríamos miles de problemas, porque miles de rocas contaminadas con radiactividad entrarían en la Tierra. Otra forma menos violenta es conseguir hacer descender una nave en el asteroide y mediante el propio impulso de la misma, desviarlo. Ya hemos llevado naves a asteroides y cometas, ahora sólo queda ejecutar los programas para desviar aquellos que lleven una trayectoria de caída hacia la Tierra. Existen observatorios astronómicos dedicados a catalogar y estudiar las órbitas de los asteroides más cercanos, es un acto de vigilancia de las amenazas del espacio.
Principalmente los estudios se centran en los asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra y además con órbitas cercanas, son los llamados NEOS (Objetos Próximos a la Tierra). Hay tres grupos de asteroides cuyas órbitas son irritantes: los Atenas, los Apolos y los Amor.
Asociación Astronómica de España