LA ESFINGE MARCIANA DE CYDONIA

Carlos Roque Sánchez

 

INTRODUCCIÓN

En 1976 las sondas Viking emprendieron viaje hacia Marte. Cada una constaba de un orbitador y un explorador y sus misiones eran realizar prospecciones fotográficas para una cartografía completa de alta resolución, y analizar la superficie marciana en búsqueda de indicios de vida. De cualquier tipo de vida.

El lugar más adecuado donde amartizar (aterrizar en Marte) fue elegido entre las numerosas fotografías que se recibieron de este mundo desértico y, a la vez, helado, cuya atmósfera, compuesta casi exclusivamente por dióxido de carbono, es tan tenue que el agua no puede mantenerse en estado líquido. Entre dichos lugares se encontraba un montículo en la región de Cydonia. Un lugar que, con el tiempo, se ha incorporado al cuerpo de leyendas de este planeta cuya realidad, por lo coincidente con la Tierra, ya resulta llamativa para el ser humano. Sus días también duran veinticuatro horas, posee casquetes polares, tiene cuatro estaciones,… ¿coincidencias? 

 

TODO TIENE UN PRINCIPIO

El 31 de julio de 1976, seis días después de haberla obtenido, el Centro de Noticias de la Misión Viking daba a conocer al público una imagen (nº 035A72) del suelo marciano, en la que se podía observar una gran formación rocosa, con cierta semejanza a una cara humana de expresión poco amistosa. El juego de luces y sombras producían la ilusión de que el cerro poseía ojos, nariz y boca [Fig. 1]. La misma impresión de cara humana que mira al cielo sin pestañear, la produce también otra fotografía (nº 070A13) encontrada por V. DiPietro, un año después. En realidad hay un total de veinte imágenes de la cara y son varias las decenas de miles de fotografías que todavía, por falta de presupuesto, no han sido procesadas y están de libre disposición para cualquiera.

 

Imagen de la esfinge de Marte tomada en 1976 por el orbitador de la nave Viking 1 de la Nasa.

Es con DiPietro y Molenaar, y el tratamiento de procesado de imágenes que le hacen a las fotografías con el SPIT (Starburst Pixel Interleave Technique), cuando nace la leyenda de la cara marciana. Según estos pseudocientíficos, el origen del cerro no es fruto de una erosión geológica natural, por el contrario y según su opinión, ha sido creado de forma artificial. Una hipótesis que es comunicada en la reunión anual de la Sociedad Astronómica Americana de 1980. Ni que decir que la comunidad científica no le prestó la menor de las atenciones. El parecer generalizado fue que el asunto no merecía su interés.

 

Y SE VA ENREDANDO, ENREDANDO

Quien sí quedó impresionado con la fantasiosa hipótesis fue el mundo de las paraciencias. En poco tiempo proliferaron las charlas sobre las “anomalías marcianas” y se publicaron un par de libros acerca de “las artificialidades” en la superficie de Marte. Pero ya en plural. En muy poco tiempo, el mundo de las insoliteces marcianas había aumentado de la mano de un divulgador de la astronomía, R. Hoagland, que se incorporaba al grupo aportando sus descubrimientos.

A su parecer, no sólo existía la esfinge. No muy lejos de ella se podían divisar la pirámide D&M, la fortaleza, el desfiladero, la ciudad, el juego de los cerrillos, etc [Fig. 2]. Y todo de origen no natural, artificial ¿Humano? ¿Extraterrestre?

 

Arriba, imagen de la sonda Viking de la Nasa, de lo que parece ser una ciudad en Marte con pirámides y fortalezas.

Según este equipo, su origen podría estar relacionado con las pirámides y la esfinge egipcias. De manera que el elemento marciano empieza a formar cuerpo (“totum revolutum”) con las ya antiguas y trasnochadas historias de astronautas en la antigüedad, del ínclito Von Däniken. Una estulticia a temer, pues venía bajo el paraguas supuestamente científico del susodicho y conocido divulgador, con lo que el marchamo de credibilidad aumentaba, de ahí su peligro.

Sin embargo -y como ya nos avisa Murphy, si algo puede empeorar, empeorará- el asunto no quedó ahí. El barón J. von Buttlar -divulgador científico y, sobre todo, pseudocientífico, no olvidemos que le publica la misma editorial que a un conocido, prolífico, plagiario y “encantado” investigador esotérico español- publicaba en 1987 “¿Hay vida en Marte?”, del que llegó a vender más de dieciocho millones de ejemplares. La opinión vertida en el libro, la de que hace miles de años los marcianos colonizaron nuestro planeta. Sus evidencias, un batiburrillo de mitos de los aborígenes australianos, leyendas sudamericanas, jeroglíficos chinos, y cientos de cosas más. Todo vale. Ni qué decir tiene, que la simple lectura del libro con un mínimo de rigor, pone de manifiesto y desmonta una innumerable lista de inexactitudes científicas, imprecisiones históricas, errores lógicos y mentiras burdas.

NACE LA MARSFACIOLOGÍA

Pero no todos estos amantes de la monumentalidad marciana están tan convencidos de su artificialidad. Un reducido grupo de científicos (o con cierta formación en ciencias) pretenden formar un núcleo más serio y muestran una posición más tibia al respecto, intentando así captar la atención de la comunidad científica. Por eso no afirman su origen artificial, aunque admiten que las “pruebas” sí podrían apuntar hacia esa hipótesis.

 

Con esta postura de “línea de en medio” no sólo no consiguieron el interés de la ciencia -que sólo y nada más que pide pruebas-, sino que tampoco se desmarcaron del grupo de pseudocientíficos al que, con semejante talante, pertenecen por derecho propio. En España tenemos buenos ejemplos y ejemplares de este tipo de “investigadores de la verdad oculta”, que se autotitulan con formación científica y talante escéptico, a la vez que dirigen o colaboran con fraudulentas revistas esotéricas que, como bien dicen ellas mismas, están “más allá que acá de la ciencia” o viven en un mundo de ¿enigmas sin resolver?

 

El resultado final es que las caras de Marte no han llegado a producir una controversia científica, ni nada que se le parezca. Una indiferencia que no sólo molesta sino que irrita a los pretendidos científicos de esta nueva paraciencia, conocida como marsfaciología. Algo no muy diferente de lo que ocurre con los autodenominados sindonólogos y sus quejas (patéticas resultan la del “sabanista isobárico”) acerca de: la incomprensión de la Iglesia a sus pretensiones religiosas, el desinterés del pueblo creyente a su credulidad sabanera y la nula atención de la ciencia a sus “pruebas científicas”

 

Pero no todos los científicos piensan que esta postura sea la más correcta ¿Qué hacer ante las manifestaciones acientíficas? ¿Cómo combatir al dragón de la ignorancia? ¿No prestándole atención? ¿Atacándolo?

 

EL CABALLERO CARL SAGAN

El conocido astrónomo y divulgador científico Carl Sagan no tiene la menor duda. Hay que combatir al dragón de la aciencia con las armas de la ciencia. De hecho se convirtió en su bestia negra particular cuando, en 1985, publicó en la popular revista “Parade” un demoledor artículo en el que evidenciaba lo irrelevante del asunto marciano y lo inconsistente de sus pruebas. Ya veinte años antes había escrito, en los mismos términos, contra el catastrofismo de las hipótesis de Velikovsky, declarando su completa falta de base científica.

 

Para Sagan no había ninguna duda de que una argumentación, razonada y razonable, podía hacer más contra las falsas ciencias que la indiferencia de la comunidad científica. En su libro “El mundo y sus demonios”, que bien puede ser considerado su testamento escéptico, expone su opinión de que las supuestas anomalías marcianas no tienen casi posibilidad de ser artificiales. Como buen científico no emplea la opción de la imposibilidad física absoluta, sólo la minimiza. La deja en términos de alta improbabilidad, hasta que se obtengan nuevas pruebas que pongan fin a la polémica.

 

NUEVAS PRUEBAS

Desde la noche del 6 de abril de 1998 se tienen nuevas imágenes de la región de Cydonia. Las obtuvo la sonda Mars Global Surveyor (MGS) y vinieron a ser la prueba irrefutable de la inexistencia de una esfinge marciana artificial. Una prueba que, en opinión de muchos expertos en Marte, era innecesaria dados los innumerables datos existentes sobre la formación geológica natural del conocido cerro [Fig. 3].

 

Una de las últimas imágenes de alta resolución que tenemos de la esfinge de Marte.

Las imágenes de la MGS pueden ser vistas por todos y no ofrecen la menor duda. No hay nada de las pretendidas características humanoides. El cerro se ve como lo que es, un cerro con un lejanísimo parecido a una cara. Como ocurre con cientos de cerros en la Tierra, que parecen ser algo según desde donde se miren. Es más, si no nos dicen que existe tal parecido, muy pocos, por no decir nadie, lo encontraría.

La psicología tiene estudiado este fenómeno de la percepción, una ilusión conocida como pareidolia, según la cual un estímulo vago es percibido como algo o alguien familiar. Una ilusión muy potente porque, una vez establecida la unión, es difícil abstraerse de la forma percibida.

La historia de la cara se desmonta con las nuevas imágenes, gracias a la mejor resolución de las fotografías. Como se puede ver en una composición de fotografías de 1976, 1998 y 2001, incluso aparece alguna formación en la presunta mejilla derecha, antes no vista, pero que no tiene su simétrica al otro lado, ¿se habrá formado en los últimos veinte años?

 

Y, AHORA, ¿QUÉ?

A pesar de lo irrebatible de las pruebas fotográficas de la MGS sobre el aspecto no humanoide del cerro y su origen geológico, los marsfaciólogos honrados no terminan de aceptar que estaban en un error, que confundían deseos artificiales con realidad natural. Que todas sus especulaciones -basadas en complejas y arriesgadas estadísticas, y en análisis fractales demasiado cercanos a los límites de resolución de las imágenes y, por tanto, no aceptables desde el punto de vista científico- no son más que una panoplia de singularidades y subjetividades que nunca formaron una generalidad objetiva.

Incluso algún sector acusó a la NASA de manipular las imágenes y ocultar la verdad. Un viejo y esclarecedor recurso logístico, hasta cierto punto disculpable. No debe resultar fácil tener que admitir que se llevan más de diez años realizando especulaciones sobre la existencia de algo que, sencillamente, es inexistente. Una situación por otro lado nada infrecuente en este mundo de pretendidos investigadores -a los que, a su escasa formación científica hay que sumar una ausencia total de protocolo investigador- y de supuestos fenómenos insólitos ocurridos -cuya existencia no se puede probar, algo que ocurre en la mayoría de los casos-. Con semejante bagaje, los resultados no pueden ser otros.

Y esto en lo que respecta a los honrados. De los que viven de propagar verdades a media, rumores no confirmados, investigaciones de dudosa credibilidad científica, decir lo esperable. Han negado la mayor y, de hecho, les faltó tiempo para ratificar su creencia en la artificialidad de los monumentos marcianos y confirmar la existencia de una trama conspiranoide, para ocultar a la humanidad (¡cómo no!) la auténtica verdad marciana y cósmica.

No conviene olvidar que hay que vender revistas esotéricas y mistéricas todos los meses del año, porque los recibos de los colegios, de la hipoteca, etc llegan también, y puntualmente, todos los meses. Menos mal que para eso está el público crédulo que traga con todo y compra religiosamente. Por eso, mucho me temo, no pasará más de un año para que nos intenten vender otra vez la moto. Caución.   

Asociación Astronómica de España